jueves, 16 de abril de 2009

Camino de Praga

Ayer comenzó mi penúltimo viaje: digo ayer, pues según dicen los días empiezan a las 12 de la noche, de esa hora han pasado ya 40 minutos. Y digo penúltimo, pues las miles de vicisitudes y contratiempos que han surgido a lo largo del año, hacen que no puedas disfrutar como se merece un viaje de estos y porque también el de mayo a Rochester, planeado con mucho tiempo, voy a tener que hacerlo por esos mismosproblemillas casi a marchas forzadas. Mi mente intenta pensar en que tenemos que afrontar las cosas como nos vengan, pero a la vez sabe que la realidad en mi casa es muy distinta y que mientras yo estoy recorriendo el mundo, mi madre sigue hospitalizada debido a su infección que se resiste a salir.

Será por eso, que el viaje en AVE ha sido de los más largos que se me han hecho, por la mañana hice los últimos preparativos y a eso de las 11, tomé el autobús dirección Santa Justa. Casualmente, el chófer era el mismo que me trajo el lunes por la tarde cuando volví de Asturias y me dijo que donde iba si hace un par de días me recogió en la RENFE con la misma maleta. Tras una corta espera en compañía de julia, que se acercó de forma sorprendente e ilusionante para todos, y las madres de Fernando y Desi tomamos por fin el tan ansiado AVE que nos llevaría a Madrid, ciudad desde la que hoy escribo. Durante el trayecto, alternamos la conversación, la escucha de las conversaciones telefónicas que unos abuelos manchegos con acento gañanero mantenían con sus hijos, la escritura de algún correo y las niñas, una partidita de parchís.

Al fin llegamos a madrid y tras pensarlo un rato, nos fuimos a lo cómodo y cogimos un taxi, que nos dejó en el Hotel Cris Aeropuerto, lugar donde me encuentro. Tras inspeccionar las habitaciones con la curiosidad infantil que siempre nos sale a todos cada vez que llegamos a sitios como este, salimos de nuevo para dar una vuelta por el centro con inma, de quién ya he hablado por aquí y cuyo blog la República independiente del Medio Ambiente no podéis dejar de leer y pablo, hermano de Fernando y una persona también encantadora. Antes de salir del hotel, no puedo dejar de recomendarlo si venís por estas tierras; aunque está retirado de la ciudad, las habitaciones son comodísimas con un salón aparte, una cocina que la nuestra está cerrada por cierto, y muy acogedoras.

De camino al centro me encontré con un viejo amigo, el metro que por primera vez nos dejó tirados, pues dos trenes de la línea 5 pasaron fuera de servicio y de uno tuvimos que bajarnos porque estaba averiado. Volvimos a tierra firme en Gran vía, una estación que tiene su encanto. De allí, en busca de un lugar para tomar café, como San ginés estaba hasta la bandera, paramos en otra que nos cogió de paso para tomar un colacao y unos churros, por cierto de los que en Sevilla llamamos de patata y encima fríos y algo insípidos. Tras un reconfortable paseo pese al mal tiempo por la zona, viendo edificios tan emblemáticos como el Banco de España, el museo de cera o el círculo de bellas artes, además de dejar a un lado la calle donde fue asesinado el almirante Carrero Blanco.

Caminando y conversando sobre muchas cosas, llegamos al Harro, no confundir con los almacenes. Este harrow o como se escriba, es un sitio que me ha sorprendido gratamente, pues ponen de comer en grandes cantidades y está todo muy apetecible; eso sí, los platos tienen nombres muy raros y hay que leer la carta con detenimiento. Con unos cuantos platos para todos, de los cuáles yo sólo comí nachos y un poco de hamburguesa, además de un vaso de pepsi-cola inagotable que el camarero con acento entre sudamericano y madrileño se encargaba de rellenar, terminé como dicen por tierras astures, fartuco. Tengo que volver a este sitio un día para almorzar, el olor de la hamburguesa a carne asada en la barbacoa fue el que me ha despertado estas ganas; aunque el precio no es barato, merece la pena visitar este sitio recomendado por Desi.

A la salida, volvimos al metro para regresar al hotel y nos separamos de nuestros acompañantes madrileños. Es una pena que los dos no se vengan a praga mañana, pues hemos pasado una tarde fabulosa los 8 juntos, parecía que nos conocíamos de toda la vida. A ver si el jueves cuando volvamos podemos repetir aunque sea por Atocha con nuestros maletones a cuestas. Dentro de muy poco, toca movernos de nuevo, ¡con lo agusto que se está en esta habitación!. Intentaré mañana narrar por aquí el segundo día y nuestras primeras impresiones en la capital de la República Checa, aunque no lo aseguro, pues María José, María del Mar, Laura, Fernando y Desi querrán utilizar el portátil ara consultar sus correos y hablar con sus allegados. por cierto Julia, ya que no has podido venir, hemos comido nachos en tu honor y en la mesa hemos dejado un cubierto y una servilleta para ti en la cena.

1 comentario:

Inma Casas dijo...

Hola, muchas gracias por recomendar a tus muchos seguidores mi blog, siempre viene bien un poco de publicidad jejeje Yo también me lo pasé muy bien con todos vosotros, fue una tarde-noche estupenda y eso que el tiempo no acompañaba. Espero que disfrutéis mucho en Praga y que podamos volver a vernos la semana que viene. Besitos para todos.