miércoles, 10 de junio de 2009

Al fin mi casa cobra vida

Esta mañana he tenido una sensación de nervios que me ha recordado mucho a mi infancia cuando esperaba la llegada de mi padre tras uno de sus escasos largos viajes sin nosotros. A eso de las 10, mi madre anunció por teléfono que después de casi 80 días, ya tenía el alta médica; ahora tocaba esperar a la burrocracia que por cierto ha sido más tiempo de la cuenta en mi opinión. El pensamiento de al fin en casa me ha acompañado en todos mis quehaceres de hoy, que no han sido pocos; la espera se me ha hecho tan larga, que no he podido evitar hacer un par de llamaditas a su móvil para preguntar como estaba la situación.

Hoy empiezo a dejar atrás días eternos en los que sólo tenía ganas de hacer nada, al fin esta gran casa en la que vivo vuelve a ser más pequeña y acogedora y vuelven esas cositas insignificantes que hacen que gran parte de mi vida tenga su razón de ser. Honey y Dodger comparten mi alegría, la peque hasta se ha atrevido a dormir una siestecita casi abrazada al grande para así animarle en su estado de enfermedad provocado por una pequeña diarrea, causada por comer cosas a las que no está acostumbradas. pese a ese contratiempo, de Dodger, el resto de las cosas están marchando hoy sobre ruedas, hasta el sol pega con más fuerza que estos días pasados para unirse a la celebración de la llegada de manuela a su casa. Como sobre ésto no hay mucho más que decir, voy a colocar las pertinentes etiquetas, pulso el botón de publicar, e intento seguir dando los últimos retoques al discurso del viernes. ¡Qué poquito queda y qué responsabilidad más grande!

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