jueves, 19 de noviembre de 2009

Volviendo la vista atrás

Empecé esta noche de insomnio, tras leer un rato y decidir que aunque el libro que traigo entre manos empieza a estar interesante era hora de dejarlo, volviendo, una vez más, al pasado fin de semana.

El jueves, me preguntaba yo que hacer sábado y domingo, pues hasta el momento no había surgido nada. Aquella noche, recibí una llamada telefónica que me propuso un plan con fecha de salida, pero no de fin. Por lo poco que habíamos hablado, el plan terminaría el sábado y quizá, dormiría en mi casa. Pero el viernes, a eso de las 6 salí de casa anunciando que iría a dar una vuelta y que volvería para dormir esa misma noche. No fue así, ni a la siguiente tampoco, el plan se acabó el domingo a las 5 de la tarde, cuando la improvisación no dio para más y cada mochuelo, tuvo que tirar para su olivo.

Reflexionando sobre lo acontecido en estos días en los que en Sevilla se celebró el Evento Blog, al que un año más, no asistí porque me enteré tarde, pero estuve rodeado de buenos amigos, vuelvo la vista aún más atrás. Tanto viernes como sábados noche, disfrutamos de muy buenos ratos de conversación en los que pudimos Volver la cabeza sin que nos doliera, para examinar lo que dejamos. Esta noche, piensa que te piensa, sin poder dormir, me vienen a la mente otros recuerdos aún más lejanos. Bueno, creo que esos años nunca me abandonan pues en cualquier conversación, el subconsciente hace que saque algo algo a la luz. Esos años, no son otros que en el que dejamos de ser vecinos de Marta del Castillo y su familia para trasladarnos a donde hoy y espero que por mucho tiempo vivimos, en el que el Sevilla vivió un descenso administrativo, cuando Aznar ganó sus primeras elecciones, o cuando por fin, salimos 15 días de vacaciones fuera de Andalucía, para conocer la terra galega que tanto me cautivó.

Retrocedo, y veo en mi a un niño más bajito y quizá algo más regordete, que sonrreía sin parar. Quizá por aquellas, también tuvimos una mala racha pero ahora, no la recuerdo, o no sé si es que no la quiero recordar. Recuerdo de aquellas la inocencia, las ganas de descubrirlo todo, y lo poco que importaban muchas cosas que ahora sí. Atrás quedaron esas tardes de otoño con olor a chimenea por las calles de mi barrio, en las que yo salía a comprar chucherías y a charlar con los vecinos de fútbol acompañado, si ese día había partido, de un viejo transistor que mi abuelo compró en Las navas en la tienda de Eugenio. Atrás, también quedaron aquellas pérdidas intencionadas por las callejuelas del barrio, seguido de Yaqui, el primer perro que tuve con uso de razón para descubrir hasta donde podía llegar tomando tal o cuál camino. Atrás, quedaron los paseos en mi vieja California, luego en tandem, las llamadas desde la cabina telefónica para evitar las broncas por el facturón, las travesuras con los vecinos en la plazoleta y las vueltas a casa después de todo eso, para reconfortarnos en el sofá que aún sigue en el salón, con el sonido de fondo de aquella televisión que sonaba a resfriado y que en esas tardes, emitía programas de testimonios de Ana García lozano o Gemma Nierga, que mi madre veía mientras hacía punto de cruz.

Atrás, también quedaron las llegadas del colegio con muchas ganas, para llamar a la abuela, o para ver si había recibido carta de algún amigo, o alguna revista de trasto para leer. Recuerdo ahora, con gracia, que si la abuela no llamaba, o ese día no estaba habladora, ya mi tarde dejaba de tener su encanto. Son muchas cosas, las que sucedieron en aquellos años de mi despertar adolescente. Quizá, deseaba que aquellos años pasaran rápidos; de eso, ya no me acuerdo. Lo que si sé es que ahora, me pregunto ¿Qué habría sido de mi si no hubiera vivido todas aquellas experiencias donde todavía estaban sanos los 3 que se me fueron?. A esa cuestión, nunca tendré respuesta; lo que sí sé, es que estos recuerdos, en ciertos momentos, son una carga de energía para seguir adelante, construyendo poquito a poco, esta obra de arte que es la vida de cada uno.

2 comentarios:

Reyes dijo...

El final es apoteósico querido amigo, apoteósico.

Siempre te quedan los recuerdos, ésos no te abandonan.

Joan dijo...

Buenas.
Había pasado varias veces por el blog sin dejar comentario, ya fuera porque no tenía nada que decir acerca de los temas que tratabas, o porque leyera los posts mientras hacía un descanso en algo que estuviera haciendo. Sinembargo, Este post no puedo dejar de comentarlo, ya que has tocado uno de mis temas estrella, por así decirlo.

No cabe la menor duda de que de cada época vivida se puede sacar algo bueno, y sobretodo se pueden y deben conservar buenos recuerdos que nos acompañarán durante toda nuestra vida. Hacer balance de dichos recuerdos y dichas épocas siempre sirve para aprender de las experiencias pasadas, las cuales, indudablemente, han ido formando la persona que hemos llegado a ser, y desde luego esos recuerdos y experiencias son siempre una fuente de energía inagotable para seguir adelante, y más aún si esos recuerdos son personas con las que vivimos ratos entrañables o formaron parte de nuestro entorno más próximo.

Por cierto, me ha hecho mucha gracia el punto en que mencionabas el transistor o las bicicletas, más que nada porque yo también recuerdo muy claramente varios objetos y cosas que amenizaron mi pasado y poco a poco he ido recuperando, no sin esfuerzo, algunas de ellas, bien consiguiendolas de nuevo, o bien restaurando los que tenía antaño, entre ellos también una radio antigua de esas de válbulas.

Salud